Comentario
Cómo los tres navíos que el Almirante mandó desde las Canarias llegaron donde estaba la sedición
Ya que hemos parado la llegada de los dos navíos que el Almirante mandó de Castilla a la isla la Española, será bien que digamos de los tres que se separaron de éste en Canarias, los cuales continuaron su viaje con buen tiempo hasta llegar a las islas de los Caribes, que son las primeras que los navegantes hallan en el camino cuando van al puerto de Santo Domingo. Como entonces los pilotos no conocían bien la navegación que ahora se acostumbraba para aquellas islas, sucedió por su desgracia que no supieron hallar dicho puerto, pues fueron llevados por las corrientes abajo hacia Poniente, tanto que llegaron a la provincia de Xaraguá, donde estaban los rebeldes, quienes, tan luego como supieron que los navíos iban fuera de camino, y que no sabían cosa alguna de la rebeldía, secretamente, algunos de ellos subieron a los navíos, fingiendo estar en aquellas partes por comisión del Adelantado, para proveerse mejor de vituallas, y tener en paz y obediencia el país. Pero, como es muy fácil que se descubran secretos en que entran muchos, no tardando, Alfonso Sánchez de Carvajal, que era el más despierto de los capitanes de aquellos navíos, sospechó la rebelión y discordia, y comenzó a tratar la paz con Roldán, creyendo reducirlo a la obediencia del Adelantado. Pero la conversación y la familiaridad que todos ellos habían tomado en los navíos motivaron el que las persuasiones de Carvajal no diesen el efecto que deseaba, pues Roldán había, secretamente, recibido promesa de muchos de aquellos que nuevamente habían ido de Castilla, de que se quedaran en su compañía, y con esta ventaja procuraba hacerse más fuerte. Por lo que Carvajal, no viendo el negocio tan bien dispuesto que pudiese llevar en breve a conclusión lo que pedía, resolvió con el parecer de los otros dos capitanes ser bien que la gente que llevaban a sueldo para trabajar en las minas, o para otros menesteres y servicios, fuese por tierra a Santo Domingo, porque siendo el mar, los vientos, y las corrientes muy contrarias a esta navegación, podía acontecer que en dos o tres meses no acabasen el viaje, de lo que nacería, no solamente el consumir las vituallas, más también que enfermase la gente, y se habría perdido el tiempo sin emplearlo en el servicio para el que habían ido.
Tomada esta resolución, tocó a Juan Antonio Colombo el viaje y el cargo de los trabajadores, que eran cuarenta; a Pedro de Arana, volver con los navíos, y a Carvajal, quedar allí para ver si se hallaba algún acuerdo. Luego que Juan Antonio ordenó su partida, el segundo día de bajar a tierra, aquellos trabajadores, o para hablar con más propiedad, vagabundos, que habían ido para ocuparse en lo que hemos dicho, se pasaron a los rebeldes, dejando a su capitán con seis o siete hombres que perseveraron con él. Vista una traición tan manifiesta, sin miedo de peligro alguno, fue este capitán a ver a Roldán y le dijo que pues demostraba estimar y procurar el servicio de los Reyes Católicos, no era razonable consentir que aquella gente, que había ido para poblar y cultivar la tierra, y para atender a sus oficios con sueldo ya recibido, se quedase allí perdiendo el tiempo, sin hacer cosa alguna de las que eran obligados; que, si los despidiese, daría indicio de que sus obras eran conformes con sus palabras; que dejarlos allí era por la rebeldía y odio al Adelantado, más aún que por la voluntad que tenía de impedir el bien público y el servicio de los Reyes.
Perol como Roldán y sus secuaces sabían lo que había pasado, para salir con su intento, como el delito cometido por muchos se perdona con mayor facilidad, se excusó en lo que demandaba aquél, diciendo que él no los podía obligar, y que era monasterio de observancia donde a ninguno se podía negar el hábito. De modo que, viendo Juan Antonio que no era prudente, sin esperanza de remedio, ponerse al peligro que corría por instar con importunidad, acordó volver a los navíos con los pocos que le siguieron. Luego, para que no sucediese lo mismo con la gente que había quedado, ambos capitanes salieron pronto con sus navíos a Santo Domingo, con tiempo tan contrario a su viaje como lo habían temido; porque tardaron muchos días, perdiendo los bastimentos, y el navío de Carvajal recibió mucho daño en algunos bajos, donde perdió el timón y se abrió la quilla, por la que entraba mucha agua, de modo que con trabajo lo pudieron llevar.